jueves, 17 de marzo de 2011

Las nacionalizaciones en el fútbol

Alves con el pelo
 rojo y gualda
Pernía o Senna en España, Camonaresi, Motta o Amauri en Italia, Owen Hargreaves con Inglaterra... y así podemos ir repasando y encontrarnos con multitud de casos de futbolistas que representan Selecciones Nacionales que no les corresponderían en principio. De siempre han existido limitaciones por países a la llegada de futbolistas foráneos, desde prohibiciones absolutas hasta semáforos en verde completos. De normativas para favorecer a los de casa limitando la presencia de 3 o 4 extranjeros, a casos como el de los oriundos españoles que surgieron desde el fichaje de Di Stefano en los 50, hasta la irrupción de la sentencia Bosman en 1995 que obligó al fútbol europeo a adaptarse a la normativa de libre circulación de trabajadores comunitarios. 

Lo cierto, es que hecha le ley, hecha la trampa. Cada país ha mantenido un reglamento y unas singularidades propias para participar en sus competiciones, y también tenían una serie de requisitos diferentes  para acceder a la nacionalidad y con una serie de ventajas según la procedencia del solicitante. En España, se prohibió la contratación de jugadores extranjeros a excepción del fichaje de oriundos con antecedentes familiares españoles. La Federación tuvo que investigar al detalle los documentos, y de 60 fichajes, 46 se revelaron como irregulares o directamente falsificados. En 1973 se abrió la llegada a 2 extranjeros por equipo…

Desde entonces a hoy, las normativas han ido cambiando. Desde la sentencia Bosman, es imposible limitar la llegada de jugadores de Estados miembros de la UE a algún país de estos. Sí se ha mantenido el cierre a 3 o 4 jugadores extracomunitarios, y en países como en Inglaterra se ha establecido una normativa todavía más exigente para su contratación, atendiendo a si dispone de un número mínimo de internacionalidades o de que país procede. 

Lo cierto, es que el fútbol se ha globalizado tanto, que ya no solo se disputa en el terreno de juego, en los campamentos y escuelas de formación, ni siquiera en los despachos de negociación de fichajes y traspasos… Cualquier equipo que se precie debe tener además su equipo de abogados, capaces de negociar con bancos, administración pública y juzgados para adelantar trámites, negociaciones y lograr en tiempo record, cosas que a un particular le llevarían años de quebraderos de cabeza.

Desde rebuscar antepasados de generaciones pretéritas a los que agarrarse para poder invocar una nacionalización más veloz que la que conllevaría como un simple trabajador a que el expediente sea el primero en ser revisado y autorizado para obtener ese DNI nacional. Todo con el fin de no superar ese limite de 3 extracomunitarios, además de la revalorización en el mercado que conlleva. Por eso no sorprenden casos como en 2001 cuando el mítico Luis Suárez vino a Canarias a buscar el parte de bautismo de un bisabuelo español para el uruguayo Recoba, que jugaba en el Inter. Por eso, en un reportaje en EL PAIS ese mismo año, los equipos no disimulaban esos beneficios y ese interés por mantener buenas relaciones con los juzgados y funcionarios que pueden acelerar estos procesos.

Estas nacionalizaciones rápidas han afectado también a los cambios de Selección. Jugadores que deben optar por que elástica nacional defender, según interés y capacidad. La FIFA en 2004 tuvo que tomar cartas en el asunto, ante los “fichajes” entre Selecciones. Federaciones que pagaban millonadas, concedían nacionalidades arbitrarias (nada impide a un Estado conceder una nacionalidad amparándose en un derecho de asilo, de urgencia u otras condiciones) y reforzaban sus combinados con jugadores de envergadura. También, y seguramente con buen criterio se alteró, por otro lado, la regla que “ataba” a los jugadores a un país si había defendido esa camiseta en cualquier categoría. Es decir, una internacionalidad decidida a los 15 años, determinaba a lo largo de toda la carrera deportiva sin remisión. La FIFA aceptó permitir la “apostasía” nacional, primero hasta los 21 años y ahora, hasta comprometerse y jugar a nivel absoluto un partido oficial con una Selección. Eso sí, una vez lucida la camiseta, ya sí que ha de ser definitiva. Eso no fue obstáculo, para que Dani Alves, cuando Brasil no contaba con él para el Mundial de 2006, intentase ser convocado con España...

Los hermanos Boateng, uno con la camiseta de Ghana
  y el otro con la de Alemania
Ala, todavía existen casos que se llevan la palma, y la competición entre países comienza con la convocatoria… como los de Lucas Barrios que tuvo que optar tras una serie de extrañas nacionalizaciones por jugar entre Argentina, Méjico, Chile o Paraguay. Se decantó por la última, aunque los tramites los iniciaron, sin conocimiento de él mismo, la propia Federación Paraguaya y su madre ni siquiera lo sabía. O Jonathan de Guzman, jugador del Mallorca, de padre filipino, madre jamaicana, nacido en Canada y que, hasta ahora, ha jugado con Holanda... mientras que su hermano Julian, ex del Depor, si viste los colores canadienses. No es el único caso de hermanos que se enfrentan representando a países diferentes. Los Boateng lo hicieron incluso en el pasado mundial. Otro caso llamativo es el de Tchité, nacido en Burundi pero también con nacionalidad ruandesa, congoleña y belga. Internacional sub 20 con Burundi, aceptó una convocatoria de Ruanda a nivel absoluto en 2004, y pese a que no llegó a debutar (formar parte del banquillo en un encuentro oficial cuenta como internacionalidad para la FIFA), sus deseos de defender con posterioridad la camiseta de Bélgica han sido rechazados por la FIFA. Ejemplos de lo lejos que pueden llegar las multinacionalidades en el fútbol...

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