Hoy tampoco voy a hablar de fútbol ni de política. Pero es que mi madre y mi tía llevan años contándonos como su abuelo les había contado muchísimas veces aquel vuelo de Vedrines de 1911. Un aviador que volaba de Francia a Madrid, y que para orientarle ponían a la gente con antorchas para marcarle el camino. ¡1911! Cosas ya difíciles de imaginar. Y claro, un aviador que recorría desde París a Madrid, era toda una hazaña que daba para ser contada y repetida con admiración. Así que me dio por ponerme a leer ¿Qué era esto? Y la verdad es que la historia mola. Son esos primeros años de una aviación incipiente, insegura, peligrosa. De la de de auténticos aventureros y pioneros en una disciplina.
Supongo que intentar imaginárnoslo ahora con un móvil con GPS que nos permite ir a cualquier lado y desde el que se puede estar leyendo este blog incluso montado en un avión quita hierro al asunto. Pero cuando uno vuelve a ver esas historias de carreras que comienzan 18 pilotos y solo llega uno. Que los aviones, bueno aviones, los aeroplanos esos que parecen hechos de un frágil metal y amasijo de hierros y que podrían romperse de un estornudo, se averían, o se quedan sin gasolina y el piloto debe aterrizar donde pueda, conseguir combustible, reparar piezas, volver a arrancar... parecen más novelas de Julio Verne que hechos reales, pero es que así eran estas cosas. Y se convertían en la mayor celebridad esos días. Con información en la prensa. ¡Claro!, la prensa, que ahora es muy fácil saber que está pasando en Nueva Zelanda o en Sudán del Sur, pero ahí había que aguardar un telegrama que llegaba tarde y con breve información sobre como transcurrían las cosas. El caso es que estas aventuras eran tan excepcionales que hasta el propio rey Alfonso XIII hacía donaciones y esperaba pacientemente en el aeródromo de Getafe la llegada de los pilotos... aunque solo fuese uno y se retrasase días. ¿Se puede hacer esperar a un Rey? Si eres un piloto de avión que te haces París-Madrid, en 1911, por supuesto.
Y es que simplemente el poner los aeroplanos en marcha ya era una odisea... había que repararlos, cargarlos, manejarlos... y resultaba tan complicado que en el propio inicio de la carrera hubo un tremendo accidente en el lugar de la salida. Para la carrera estaba prevista la participación de 18 pilotos. Algunos pasarían a ser celebres. Jules Vedrines sería el ganador de la prueba y lograría algunos hitos históricos de la aviación además de combatir en la I guerra Mundial y luego morir en un accidente aéreo. De Roland Garros escuchamos su nombre año tras año por el torneo de tenis pero nunca nos dedican mucho tiempo a contarnos la historia del piloto aéreo que murió con 29 años derribado y artífice de varios episodios bélicos en la Gran Guerra. Y entre ellos, otros pioneros de la aviación de principios del siglo XX. Muchos de ellos, portaban aviones fabricados y diseñados por ellos mismos. Así es como el 21 de mayo, en el aeródromo de Issy-les-Molineaux van a ir tomando la salida los pilotos que deben completar las tres etapas previstas para llegar a Madrid:
La pista donde se despega, que ha levantado tribunas para intentar congregar a la gente, se presenta totalmente abarrotada. En algún texto he leído que se estimaba la presencia de 300.000 personas. Una burrada, en un París que debía rondar los tres millones de habitantes. También hay palco de autoridades. Y entre ellas están Ernest Monis, primer ministro de Francia o el ministro de guerra, Henri Berteux. La prueba comienza dándose salida con intervalos de 15 minutos. Pero, estos primeros aviones son inestables, poco desarrollados y de difícil manejo. Varios pilotos tratan de arrancar sin éxito. Vedrines lo consigue pero debe regresar, pero lo más grave es cuando intenta despegar Louis Emile Train. Su vuelo se desestabiliza, trata de esquivar a un grupo de gente en la pista y acaba estrellándose contra el palco. El ministro de guerra muere en el acto. El primer ministro queda herido... y ante el destrozo causado, se toma la decisión de aplazar la carrera para el día siguiente. De los 18 participantes, más de la mitad no consigue tomar salida. Y parten únicamente ocho, pero otra serie de averías y circunstancias hace que vayan abandonando y solo tres conseguirán completar la primera etapa y llegar a Angulema, Vedrines, Roland Garros y André Frey También completarían la segunda, alcanzando San Sebastián, aunque por supuesto con diversos percances. Roland Garros por ejemplo, se quedó sin gasolina, y tuvo que aterrizar y repostar, antes de concluir la etapa. Pero al inicio de la tercera, Roland Garros cayó al rio Leizarán en la localidad guipuzcoana de Andoain y tuvo que abandonar. Gibert, por avería, también tuvo que renunciar. Y Vedrines, ya único participante se ve obligado a aterrizar en el pueblo burgalés de Quintanapalla y reparar su avión. Ante el abandono de sus dos competidores, y siendo el único en carrera solicita un aplazamiento de un día para descansar en Burgos y llegar a Getafe un día más tarde. La organización le autoriza.
Finalmente reanuda la carrera y el 26 de mayo llega a la localidad madrileña, al aeródromo de Santa Quiteria donde le espera un gran número de asistentes deseosos de ver esos artefactos que vuelan. Al día siguiente realiza una exhibición aérea y es recibido por el rey Alfonso XIII que le otorga una copa de trofeo. Todos quedan impresionados con la destreza de Vedrines que completa París-Madrid en menos de 17 horas de vuelo efectivas. Será la primera vez que España forme parte de una carrera aérea internacional. Vedrines recibe tratamiento de héroe. El Rey le agasaja y muestra interés por ver ese artefacto que surca los aires. Y si quedó impresionado el rey, lo mismo le pasó a mi bisabuelo que le contaba a sus nietas, como el alcalde del pueblo hizo que la gente se distribuyera por el lo que era el antiguo Camino Real de Francia, con antorchas y montículos ardiendo para orientar a Vedrines en su trayecto hacia Madrid. La carrera y sus actos posteriores fueron portada del ABC durante cinco días consecutivos. Y dejó ese recuerdo imborrable para esas personas de principios del siglo XX que apenas comprendían lo que era un avión y se encontraron con Vedrines surcando los aires.