Tumba de Mathias Sindelar en Viena |
Mathias Sindelar está considerado el mejor futbolista austriaco de la historia. De orígenes judios, se crió en Viena mientras su padre, un herrero venido a menos intentaba prosperar en la capital del Imperio Austrohungaro. Sindelar empezó a jugar en las calles, con 15 años su nombre comenzaba a ser conocido y su salto al profesionalismo lo dio en el Austria Viena, con el que se haría un nombre, conquistaría varios títulos de Copa y anotaría la friolera de más de 600 goles. Con su Selección también obtendría importantes reconocimientos. Lideró a Austria en el Mundial del 34 alcanzando las Semifinales y siendo únicamente frenada por la organizadora Italia, en un campeonato bastante influido por presiones políticas por parte de Mussolini hacia árbitros, jugadores y demás.
El nombre de Sindelar no paraba de crecer. Sonó para dar el salto al fútbol británico, fue pionero como hombre-anuncio y participó en varios largometrajes. Hasta que, las convulsiones políticas del periodo de entreguerras pondrían fin a su brillante carrera pero colocarían su figura para la historia.
La Alemania del III Reich consiguió la anexión de Austria en marzo de 1938, sin mayores problemas que las tímidas protestas de las naciones vencedoras de la I Guerra Mundial. Hitler tenía en mente construir el Imperio más poderoso de la tierra y su régimen totalitario pretendía gobernar en todas las facetas del ciudadano, incluido el deporte. Con la unión de las poderosas Selecciones de Alemania y Austria, semifinalistas en el anterior mundial, el campeonato de 1938 que se celebraría en Francia podía suponer otro prestigioso triunfo del nazismo sobre la devaluada democracia que gobernaba en París.
Pero Sindelar, con pasado judío, ideas socialdemocratas y despreciando la anexión de su país y los ideales nazis que conllevaba vestir esa nueva camiseta, no aceptó formar parte de la Selección Alemana que absorbía Austria. Desde el principio lo tuvo claro. El 3 de abril en Viena, poco tiempo después de la anexión, se produjo un amistoso entre Austria y Alemania, que debía servir de bienvenida (o despedida) para la integración de ambos conjuntos en uno solo. Los nazis esperaban una victoria alemana sin mayores problemas, mostrando la superioridad y considerando que nadie se negaría a plantar cara. Pero Mathias Sindelar sí lo hizo. En primer termino, no aceptó hacer el pertinente saludo nazi con el brazo extendido en el momento que sonaban los himnos (algo que ni siquiera se atrevió a negarse la Selección inglesa un mes más tarde en Berlín), ante la sorpresa de los líderes nazis presentes en el palco.
Y el partido se convirtió en la pantomima que se presuponía... el "Mozart del fútbol" como hacía tiempo que se le conocía se dedicó a driblar a la defensa alemana, a volverles locos a base de regates, a vacilarles que se diría hoy en día y cada vez que tenía oportunidad de marcar decidía errar el lanzamiento con descaro disparando fuera de una manera impropia para un jugador con la clase que atesoraba. Hasta que se cansó del burdo teatro, y decidió honrar su nombre, resistirse al nazismo y quizá condenarse a muerte. En la segunda parte lideró a su equipo. Su amigo hizo el primer tanto y el propio Sindelar anotaría el definitivo 2-0 que acompañaría con una burlona celebración a modo de danza frente al palco repleto de dirigentes nacionalsocialistas.
Su gesto nunca fue olvidado, y aunque se le siguió tentando para sumarse a la nueva Selección Alemana, sobretodo con vistas al Mundial del 38, Sindelar lo rechazó categoricamente. Abandonó la práctica del fútbol y pasó a un segundo plano, pese a que la Gestapo decidió investigarle a él y a su familia por sus orígenes judíos. Hasta que en enero de 1939 su cuerpo apareció muerto junto al de su pareja, una joven italiana. Las causas de la muerte han sido poco claras pese a haber pasado 70 años. Se sabe que falleció por inhalación de monóxido de carbono mientras dormía. La versión oficial consideró que fue un accidente por un escape de gas. Otros apuntaron la versión de un suicidio junto a su pareja, ante la insostenible vida que llevaba. Mientras que hay teorías que apuntan a un asesinato por parte de los nazis.
Cuando se publicó su muerte el correo de su club, el Austria Viena, quedó colapsado con mensajes de pésame. Y a su entierro, celebrado como funeral de Estado, llegó a congregar a más de 20.000 personas ampliamente vigiladas por tropas nazis por temor a incidentes posteriores. Su tumba en Viena quedo escrita con letras doradas y una estatua de una pelota. Lo mejor que sabía hacer y la mejor manera que tuvo de plantar cara al nazismo.
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