Quizá no pueda considerarse un sorpresón. Es innegable los progresos de la Selección chilena en el siglo XXI. Ha estado presente en octavos de final de los dos últimos mundiales (de los seis anteriores, solo se clasificó para Francia 98 y curiosamente también cayó en octavos antes Brasil). En el del pasado verano, se dio el gusto de vencer a España, vigente campeona y con la que pugna por la nomenclatura de "la Roja". Su mayor éxito en un campeonato del mundo, se remontaba al tercer puesto que consiguió ejerciendo como organizador en 1962, a las órdenes de Fernando "Tata" Riera.
Pero desde hace un tiempo, se palpaban esas mejoras. En los últimos años por la Liga española ha desfilado un abundante número de jugadores chilenos. Algunos con rendimiento muy destacado, Mark González, Matias Fernández, Suazo, Contreras, Orellana, Gary Medel, Claudio Bravo (curioso su aterrizaje que coincidió con el descenso de la Real Sociedad y años después ha sido zamora y titular con el Barça campeón de Liga). En Italia han triunfado con mayúsculas Alexis Sanchez y Arturo Vidal... A eso, se le sumaba el ejercer de anfitrión. ¿Una presión añadida o un plus que sumar al conjunto de Sampaoli? En el 62 resultó francamente favorable. En la última Copa América que se organizó en el país andino, fueron terceros aunque con un formato diferente. Pero aún con estos aspectos, Chile tendría enfrente a una Argentina, deseosa de que Messi mostrase su grandeza con la Selección, a un Brasil que pretendía resarcirse del histórico varapalo del pasado Mundial, incluso a Uruguay, mermada por la ausencia de Luis Suárez pero otro combinado que lleva unas décadas a un altísimo nivel...
A todos ellos se fue imponiendo Chile. Se sobrepuso a la detención de Vidal al principio del campeonato, de Uruguay y la posterior sanción a Jara, de Perú en semifinales y supo neutralizar a Messi, alcanzar los penaltys y en ellos conseguir que "la Roja" estrenase su palmarés de Copas América. Venció a Argentina. Uno de los rivales históricos con las estadísticas más desfavorables posibles. Sendos fallos de Higuaín y Banega, por cuatro aciertos chilenos. El definitivo merced de Alexis Sánchez propiciaron la explosión de alegría en el Estadio Nacional.
Ese mismo Estadio Nacional de Santiago, que apenas 40 años antes era utilizado como centro de reclusión y tortura. Donde se acumularon presos políticos que resultaban sospechosos al recién instaurado Gobierno del General Pinochet. Donde se produjo una de las mayores pantomimas de la historia del fútbol, en un inexistente partido entre Chile y una ausente URSS, en el que se interpretó el himno y se llegó a sacar de centro para que los jugadores chilenos anotasen un tanto sin rival. La Unión Soviética se había negado a viajar al país, ante las informaciones de los sucesos que se estaban produciendo, tras haber acabado por la fuerza con el Gobierno de Salvador Allende.
Con estos antecedentes resulta complicado mirar hacia adelante. Mantener esa denominación de "Nacional" en el nombre, cuando el estadio fue empleado como centro de detención para una mitad de la sociedad... Por eso se grabó en sus gradas una inscripción a modo de homenaje y recuerdo de lo sucedido. "Un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro". Curiosamente, cuando Alexis convertía su penalty y sus compañeros corrían a abrazarse y celebrar el triunfo, sobresalía esa inscripción. Ahora sí el Estadio Nacional hacía honor a su nombre y servía de vinculo de unión y orgullo a todos los chilenos. Proporcionaba una alegría común, en un lugar que pese a todo, permanecerá imborrable como un centro de atrocidades.
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