Cuando uno toma partido, se moja, adquiere un compromiso que implica posicionarse queda marcado. Inclinarte por una postura puede suponer alejarte indefinidamente de otra. Renunciar a un grupo por ganarte a otro. Los partidos políticos, ya abandonaron sus destinos habituales para optar por ese intangible centro político, convertirse en catchallparty e intentar abarcar a todos tipo de votantes. En el fútbol, los clubes que ya han trascendido su carácter local y regionalista por sus dimensiones y se han beneficiado de la globalización para ser elementos mundiales, sus camisetas vendidas en todo el planeta y tener lista de aficionados en todo el mundo que se interesan por sus fichajes y resultados. De ahí, que tomar posición en determinadas cuestiones acaban complicando esa imagen. Requieren un equilibrismo complicado que puede acabar generando antipatías y odios.
El Barcelona hace ya tiempo que transita esa linea. En la época de Joan Laporta, cuando el equipo empezó a mostrar un juego fantástico, encima desarrollado por una gran cantidad de canteranos, que a su vez eran el bloque principal de la Selección Española y dirigido en el banquillo por Pep Guardiola, otro muchacho que había progresado desde la niñez a alcanzar ser el entrenador del club de su vida y perfeccionando aún más la filosofía Barça, un estilo de juego propio que se emplea en todas las categorías. La institución parecía alcanzar unos niveles asombrosos. No ya solo en fútbol, sino en baloncesto, hockey patines, fútbol sala... Encima, la decisión de optar por el patrocinio de Unicef engrandecía esa imagen a nivel global.
Sin embargo, Laporta también comenzó a ver cuestionada su imagen. En España se le percibía como un catalanista favorable a la independencia de Cataluña, y comenzó a emplear el club como plataforma personal de su carrera política. Algunos gestos que mostraban ese posicionamiento próximo al independentismo generaron polémicas. El añadir la Senyera a la camiseta también. Se rumoreó que el club pidió a Villa que se quitase la bandera española de sus botas. La pancarta de "Catalonia is not Spain" que aparecía en el Camp Nou. Asimismo, la tensión más evidente fue con el por entonces Presidente de la Junta de Extremadura, Fernández Vara, reconocido aficionado culé que criticó sus continuos posicionamientos de él y del club a favor del nacionalismo catalán, lo que estaba generando un deterioro en cuanto a los muchos seguidores del Barça de fuera de Cataluña. Laporta llegó a insultar al presidente extremeño llamándole imbécil. Evidentemente, como bien decía Fernández Vara, el aparecer tan vinculado a esa opción política, se percibía negativamente fuera de Cataluña. Las relaciones con Uzbekistan, incluyendo asuntos propios con pingues réditos económicos también enturbiaban esa imagen. No resultaba muy coherente lucir Unicef y tratar con la dictadura asiática.
Sandro Rosell mantiene esa complicada línea. Renunció a Unicef (y a Uzbekistan) pero apostó por otro régimen de reputación más que dudosa como es Catar. Esta decisión que rompía el ejemplo de renunciar al organismo de la ONU y encima donar dinero se cargaba un buen foco internacional. Las últimas decisiones también han seguido en el terreno pantanoso. Rosell, mantiene la linea próxima al nacionalismo catalán independentista. Acudió a la manifestación el 11 de septiembre de 2012 que ha iniciado un nuevo periodo de relaciones entre el Estado y Cataluña que veremos como concluye. Además, ya se ha hecho publico que la Senyera será la segunda equipación del equipo la próxima temporada. De nuevo, esa apuesta por el catalanismo restará apoyos en el resto de España. Pero esta semana además, se hacia publico que el club había decidido invitar a Gilad Shalit, soldado israelí que recientemente fue liberado tras permanecer cinco años en cautiverio por Hamas al próximo Real Madrid-Barcelona. Esto ha provocado protestas y quejas en diversos países árabes, donde, la afición por el equipo culé es mayoritaria al de otros grandes europeos. En el telediario de TVE1 salieron diversos ejemplos de gente que no compartía esta postura. También, rompía una especie de acuerdo universal de las naciones que reivindican su propio Estado de apoyo inquebrantable a la causa palestina. Mientras el otro día el Athletic de Bilbao se enfrentaba a un equipo israelí en la Europa League y se organizó una protesta contra el régimen judío, el Barça, pese a encontrarse en plena batalla ideológica liberadora, en esta ocasión, ha decidido homenajear a un combatiente del bando hebreo.
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