La presencia de Corea del Norte en el pasado Mundial de Sudáfrica lanzó a la fama a Jong Tae-Se. El Rooney Juche, el Rooney norcoreano, o incluso el Rooney del pueblo eran algunos de sus motes. La Selección asiática era la gran desconocida del torneo. Llegó con el uniforme preparado a última hora, apenas se conocían a sus futbolistas, ya que casi todos militaban en la liga local. Había algún rostro internacional, como el delantero del Rostov, Hong Yong-Jo que actuaba en el Rostov ruso. Pero poco se sabía más.
Se dedicaron algunas líneas a Jong Tae-Se. Un muchacho que militaba en la Liga Japonesa, delantero del Kawasaki Frontale. Y es que su historia resultaba muy romántica. Jong Tae-Se nació en Japón, hijo de emigrantes surcoreanos en 1984. Pero sus padres, tenían mayores simpatías por los vecinos del Norte. Y, desde pequeño matricularon al pequeño en una escuela pronorcoreana que existe en Tokio. El chico se crió jurando lealtad a Kim Jong Il. Pero también comenzó a brillar como jugador de fútbol.
Y así fue, cuando en 2005, acudió, como aficionado, al estadio a presenciar el Japón-Corea del Norte de clasificación para el Mundial de Alemania. Los nipones, se impusieron. Pero él, nacido en Japón, con nacionalidad surcoreana, decidió que ya era de hora de comprometerse con sus ideales. De aplicar su lealtad norcoreana a su función, la de futbolista y defenderlo sobre el césped. Y pese a estar brillando y ser tentado por Japón y Corea del Sur, Jong Tae-Se, tenía claro que su sueño pasaba por disputar un Mundial vistiendo la camiseta de Corea del Norte.
No fue sencillo. No disponía de la nacionalidad. Resultaba complicado ver a un muchacho zainichi, dar el salto a la hermética Corea del Norte, la FIFA debió validar toda la operación. Pero finalmente, tras arduas gestiones que superaban el ámbito deportivo y se enfrascaban en un complicado terreno diplomático, Jong Tae-Se podía debutar en la Copa de Asia Oriental. Y no pudo hacerlo mejor, anotando cuatro tantos ante Mongolia . Acabó máximo goleador del torneo, y Corea del Norte acabó cuarta. Dando un paso adelante que sirvió de augurio a la clasificación que les llevó a Sudáfrica.
Y allí se comenzó a hablar de este muchacho japonés-coreano que se había comprometido por ideología con Corea del Norte. De este muchacho, que era aficionado a cambiarse de peinado, de lucir ropa cara, de tener Ipod, Play Station y aparatos de última tecnología que no abundan en la República Democrática de Corea. De este muchacho que por su estilo de juego comparaban con Rooney. De este muchacho que cumplía el sueño que se había prometido cinco años antes. Y de este muchacho, que no pudo soportar la emoción. Al sonar el himno de Corea del Norte, en una Fase Final de un Mundial, y el estar con el uniforme del país al que amaba enfrentándose a Brasil, rompió a llorar energicamente, convirtiéndose en una de las imágenes del campeonato.
Pese a que los norcoreanos perdieron los tres encuentros, la calidad de Jong Tae-Se no pasó desapercibida y firmó por el Bochum de la 2ª división alemana donde jugó dos temporadas, y luego se comprometió con el Colonia, alcanzando la máxima categoría gérmana. Pero el pasado mes de enero, Jong Tae-Se anunció su compromiso con el Suwon Samsung Bluewings, equipo de Corea del Sur. Pese a ese regreso al "enemigo intimo", de mucho más caché deportivo a nivel de clubes, Jong Tae-Se continua siendo un habitual de las convocatorias de la Selección de Corea del Norte. Y es que su compromiso y pasión quedó grabado en lágrimas.
2 comentarios:
Genial esta historia.
Muy buena entrada. Enhorbuena
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