jueves, 5 de junio de 2014

El "po de arroz" en Brasil


No es un fenómeno únicamente en Brasil. El fútbol lo introdujeron los ingleses y fueron las élites locales las primeras en aficionarse al nuevo deporte, se ha repetido prácticamente en todos los países del mundo. Empresas con trabajadores británicos comenzaban a practicar el balompie que se extendía por la población. Los clubes que iban surgiendo en el campeonato brasileño, todavía con carácter amateur, tenían sus propias reglas de ingreso para sus miembros. En algunos casos, dependientes de fábricas o empresas, se les dotaba de un contrato de trabajo que justificase su participación, aunque siempre quedaban asignados a mayor libertad de horarios y tareas más leves. También se impuso la norma de que los jugadores supiesen leer y escribir, lo que provocó cursos y clases de alfabetización express para muchos jugadores de escalafones bajos. Pero hubo un hecho que marca el carácter racista que abundaba a principios del siglo XX.

El Fluminense, era el club más aristocrático de Brasil. Era el referente de las élites cariocas, a su estadio acudían empresarios y personas adineradas portando elegantes trajes. De hecho, solía colocarse los colores del equipo en los sombreros. Fue el primero en exportar cánticos ingleses, como el hip, hip, hurra. Se organizaban bailes y eventos entre jugadores y aficionados. Pero, los empresarios, o altos empleados, comenzaron a padecer una serie de apuros al enfrentarse a conjuntos más jóvenes, por lo que fue abriendo la puerta a estudiantes universitarios, con mayor resistencia física y mayor libertad de tiempo que la que permitían las obligaciones directivas. 

Pero el Fluminense dio un paso más, que le acabaría provocando uno de sus apodos. Con el equipo más elitista de Brasil, no habituaban los jugadores que no fuera de raza blanca. Pero Carlos Alberto, hijo de un fotógrafo con estudios universitarios, comenzó a destacar en las filas del América. Y en 1916, recibió una llamada para pasar a formar parte del Fluminense. Carlos Alberto, por supuesto acepta. Pero su tono de piel, mulato, genera un problema. El equipo, acostumbra a saltar al campo y saludar vehementemente a sus aficionados, Carlos Alberto, es ocultado en el vestuario y no realiza el habitual cumplido. Además, para disimular su tono de piel, se unta por el rostro, polvo de arroz, una sustancia similar a los polvos de talco para intentar aparentar una tonalidad más clara. Pero en un duelo contra su ex equipo, la grada del América comienza a dirigirse a él con la sustancia que emplea "¡Po de arroz! ¡Po de arroz!" (Polvo de arroz en lengua portuguesa). Aunque Carlos Alberto prefiere no darse por inmutado, el apodo cuaja y acabará extendiéndose a todo el conjunto del Fluminense. A día de hoy, es una de sus señas de identidad y se emplea para animar desde la grada, habiendo superado las connotaciones que tenía en su día.

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