jueves, 5 de julio de 2012

David Beckham, el 1ª futbolista global, no estará en los Juegos Olímpicos

El libro que da origen al nombre de este Blog, "Fútbol y Pasiones Políticas" editado en 1999 ya trataba este tema desde el desconocimiento de como evolucionaría el modelo social, económico y futbolístico de cara al siglo XXI. Deambulábamos en los primeros pasos de una incipiente Globalización Económica en un mundo post Guerra Fría y pre 11-S. Pero la Globalización que se preparaba (Ni siquiera el Euro circulaba por nuestras carteras) también adquiría tintes culturales e identitarios. El fútbol entraba también en esa cascada. Por supuesto influía la Ley Bosman que permitía un intercambio trasnacional abundante, algo que antes estuvo acotado a 3 o 4 jugadores extranjeros por equipo. Pero es que además, el fútbol crecía hacia una globalidad mayúscula. Antes era una cosa, casi de barrio, municipal, con algún grande que asumía un rol a nivel estatal. Pero ahora daba paso a otra etapa, en la que el deporte se retransmitía a nivel planetario, se vendían camisetas de equipos lejanos en la otra punta del mundo, se disparaban los precios de retransmisión de eventos por cantidades astronómicas. La FIFA poseía más miembros que la propia ONU, se situaba en ocasiones por encima de leyes y ordenamientos jurídicos nacionales y manejaba, de acuerdo con importantes multinacionales, un negocio gigantesco y que generaba dinero continuo en todos los lugares del globo. Palabras como Derechos de imagen originaban grandes conflictos entre clubes, jugadores, federaciones o incluso empresas ajenas a ese triángulo. A la hora de fichar un jugador, parecía que resultaba más importante valorar quién vestía a ese equipo. Si era Nike o Adidas, si podrían anunciar esto o que porcentaje podría reservarse unos y otros. El brasileño Ronaldo estaba aupado a ser el primer gran jugador del Siglo XXI. El de un fútbol concebido para los mercados globales. Con 18 años ya era Campeón del Mundo, tenía un contrato privado y multimillonario con Nike (que presionaría para sacarlo de un Barcelona que llevaba la marca Kappa), ya tenía dos FIFA World Plater...  pero finalmente las lesiones y malas decisiones en sus destinos (No ganó la Champions y tan solo una Liga en su carrera europea con el Real Madrid en 2003. Ni con PSV, Barcelona, Inter o Milan alzaría el campeonato nacional) le destronaron del primer gran futbolista global. Ganó el Mundial de 1994, aunque sin jugar un minuto y el de 2002 con Brasil. Pero un bagaje insuficiente para lo que se esperaba de él, y a lo que apuntaba con apenas 20 años. Quizá fue devorado por la exigencia, quizá no era tan bueno, quizá demasiados ojos observaban a un Ronaldo cuya rodilla no resistía, ¿quien sabe?...

Por eso, pese a que el trono deportivo fuera para Zinedine Zidane, Ronaldinho o demás, y ahora se observe a Messi como el llamado a entrar en el Olimpo de los más grandes, el verdadero icono del fútbol global, del fútbol moderno, fue David Beckham. Nacido en Londres en 1975 pero formado en el Manchester United del que fue creciendo hasta alcanzar el primer equipo con 20 años. No reunía unas cualidades excepcionales, aunque su golpeo a balón parado sí resultaba sobresaliente. Pero Beckham se convirtió en uno de los iconos del United. Un Manchester posCantona que siguió ganando títulos, incluido un triplete en 1999. Ese año Beckham también contrajo matrimonio con Victoria Adams, la spice girl pija, y su fenómeno se disparó. Futbolista, internacional, guapo, triunfador. Sus ingresos por publicidad no paraban de crecer. Las mejores marcas se lo rifaban a precio de millonada. Continuos cambios de aspecto, desde crestas, trenzas, pelo largo, pendientes, tatuajes, hasta convertirse en un nuevo adalid del metrosexualismo, en un mundo, como el del fútbol. En 2003 pasó al Real Madrid por 25 millones de euros. Una cifra elevadisima, pero que el equipo blanco sabría rentabilizar simplemente por las posibilidades de marketing que originaba el apellido Beckham. Pocos meses antes se había estrenado la película "Quiero ser como Beckham" en un claro alegato de lo que representaba su figura a nivel mundial. Deportivamente, el fichaje no resultó malo, aunque parecía desproporcionada la cantidad si no fuese quien fuese y aportase lo que aportase... Cuatro años en el Real Madrid con una Liga, escaso rédito deportivo, pero la aportación idonea al modelo florentiniano de Real Madrid galáctico, que comprendió rápidamente los nuevos designios del fútbol. Giras por Asia, América, merchandising, presentaciones dignas de estrellas de cine más que de futbolistas, venta de cualquier producto... incluso se rumoreaba que cuando Beckham acudía a atarse los cordones era una estrategia para ser enfocado y lucir la marca de sus botas... Una fuente de negocio continua e inagotable. Documentales, libros, productos... Cualquier cosa de Beckham generaba money. Para él y para su club.

Posteriormente, el futbolista y su mujer se hartaron de Madrid y fueron a donde de verdad se cuecen las estrellas. Los Angeles. Aún a riesgo de su carrera deportiva, puesto que el soccer sigue siendo algo menor en Estados Unidos (aunque los propios americanos confiaban en el espaldarazo que supondría su fichaje, y modificaron los topes salariales para poder satisfacer sus exigencias), pero como último empujón  hacia la fama absoluta y completa. Pese a algunos periodos en el Milan, las piernas iban pesando, y David ya no entró en los planes para acudir con Inglaterra a la Eurocopa de este verano. Por eso, quedaba el consuelo de verle en Londres 2012 como integrante de la Selección Británica. Había participado como antorchado, es cockney e incluso se rumoreó que las Spice Girls actuarían en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos. ¿Que mejor escenario que unos Juegos para convocar a Beckham? Y más en una disciplina que no goza de tanto estatus como el fútbol, donde permanece a la sombra de los torneos FIFA y UEFA. El golpe de efecto hubiera sido esplendido. Pero Stuart Pearce no lo quiso así y le dejó fuera de los convocados. Una pena. El futbolista global por excelencia hubiera resultado un reclamo perfecto. 

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